Texto Expositivo

noviembre 30, 2009 Equipo de Cátedra 0 Comments

LA ESCRITURA Y SU PROCESO
(Por: Gallardo Velásquez, Mauricio Victor)

La escritura es un proceso complejo que se caracteriza por presentar una serie de rasgos bien definidos que la particularizan y le otorgan ese título de complejidad.
Al momento de escribir un texto, el escritor debe tener en cuenta una serie de pasos que están estrechamente relacionados, que son imprescindibles y que le dan sentido y uniformidad a la escritura. A estos pasos se los puede denominar con el término de planificación, la cual consiste en trazar y ordenar todos los momentos que se dan durante el proceso de escritura.
Tales pasos consisten en definir con claridad la intencionalidad con la que se producirá el texto. El fin que perseguimos al escribir un texto es un aspecto de gran importancia en el proceso de escritura, ya que a partir de él se desprenden todos los otros elementos o pasos que la conforman. En este sentido, se puede decir que existen distintas intencionalidades que motivan la escritura. Si bien el objetivo último de todo escrito es el de comunicar algo, se pueden distinguir distintas finalidades en la elaboración de los mismos: solicitar algo, informar sobre un acontecimiento, realizar un reclamo, denunciar un hecho, deleitar estéticamente, vender un producto, etc. Este aspecto también supone, entre otras cosas, adecuar el lenguaje teniendo en cuenta al destinatario que recibirá y leerá el texto.
Otro aspecto esencial que es necesario tener en cuenta durante el proceso de escritura, y que está estrechamente ligado con la intencionalidad, es el de la tipología textual que se va a emplear para transmitir la información, ya que ella determinará el modo, los recursos y la estructura que deberá emplear el escritor para desarrollar el texto.
Durante el proceso de escritura, quien tiene a su cargo la tarea de producir el texto debe ir seleccionando las ideas más significativas del tema sobre el que escribe, y al mismo tiempo debe organizarlas de acuerdo con la finalidad que persigue con dicho escrito. Al mismo tiempo debe ir haciendo, en todo momento, un trabajo de revisión con relación a lo que se está exponiendo, de modo tal que se puedan ir agregando datos, suprimiendo otros o haciendo cambios durante la planificación. La revisión también supone la posibilidad, por parte de quien escribe, de poder identificar y resolver problemas en la escritura, pero esta destreza implica, al mismo tiempo, la necesidad de poseer y manejar ciertas habilidades lingüísticas y cognitivas que permitan solucionar dichos problemas. Por ello, la elaboración de una planificación que contemple los posibles problemas que pueden surgir durante el proceso de escritura facilitará la superación de los mismos.
Todos estos pasos, a los que también se los puede llamar subprocesos, son recursivos, lo cual quiere decir que están estrechamente relacionados entre sí y no se dan de forma lineal, sino que se van alternando unos a otros en una relación de ida y vuelta que conforman al proceso de escritura.

La enseñanza del proceso de escritura: sugerencias útiles para el docente

La enseñanza de la escritura siempre se presenta como una actividad compleja que requiere de mucha paciencia y creatividad por parte de los profesores. Por dicho motivo, el aprendizaje del mismo también se convierte en un proceso lento que requiere del constante acompañamiento del docente para lograr obtener resultados favorables.
Una de las actividades que siempre conviene tener en cuenta por su utilidad y eficacia, es la de establecer una constante interrelación entre el docente y los alumnos y entre los alumnos. Esta actividad permite que los integrantes del acto pedagógico aprendan a establecer vínculos entre pares y, a raíz de ello, a facilitar y desarrollar el aprendizaje. Cuando se aprende el proceso de composición escrita, el lenguaje pasa a ocupar un lugar privilegiado dentro de esa actividad. El mismo se convierte en objeto de aprendizaje y en elemento de mediación para dicho aprendizaje.
Al momento de poner en práctica todos estos aspectos, el docente debe servir de guía a los alumnos, lo cual quiere decir que debe seguir muy de cerca la evolución de los mismos durante el proceso de escritura y orientarlos para superar cualquier dificultad que surja en el camino. Pero las intervenciones que el docente haga en cada uno de los casos que se presenten no deben solucionar por sí mismas el conflicto, sino que deben servir de pautas para que el alumno reflexione autónomamente acerca de su escritura.
Por otra parte, escuchar los aportes de los alumnos ayuda a que los mismos se vayan ejercitando en la expresión oral y de esta forma puedan verbalizar las ideas que luego plasmarán en los escritos. En esta actividad el docente cumple la función de organizador y conductor de la conversación, recogiendo ideas y reflexionando sobre ellas en conjunto con los alumnos. Todas las preguntas que pueda efectuar el docente con respecto al tema de conversación, deben servir para que los alumnos reflexionen acerca de lo que están diciendo.
Prestar atención a las tipologías textuales que trabajan los estudiantes es un aspecto que favorece mucho a la enseñanza de la escritura. En este sentido, reconocer y utilizar las distintas estructuras internas que presentan los distintos tipos de textos, conocer sus marcas lingüísticas y prestar atención a los aspectos funcionales y discursivos de los mismos, es una actividad que se convierte de gran utilidad para producir un escrito propio. Para lograr ese cometido resulta conveniente, no sólo conocer las características fundamentales de los distintos tipos de textos, sino también crear situaciones concretas para la producción de los mismos, es decir, establecer situaciones reales y apropiadas para elaborar un determinado tipo de texto, adecuar el texto a determinadas situaciones.
Otras actividades útiles para la enseñanza de la escritura pueden ser: actividades de re-escritura, pautadas a partir de la lectura de un texto determinado, donde los estudiantes deben plasmar en un papel lo que comprendieron de él. De esta forma, el texto leído representa la unidad máxima de representación del lenguaje a partir del cual el alumno deberá producir su propio escrito. La interacción entre compañeros, también es una alternativa para la enseñanza de la escritura. A partir de ella se pueden establecer momentos de lectura grupal, análisis de esas lecturas a partir de preguntas orientadoras efectuadas por el docente, debates sobre dichas lecturas, resúmenes, etc. Es decir, toda una serie de trabajos que deberán estar distribuidos con antelación, y que servirán para que los alumnos puedan apropiarse de la escritura entendiéndola como un proceso.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
CAMPS, ANNA, La enseñanza de la composición escrita. Una visión general, Monográfico “Leer y Escribir”.
TEBEROSKY, ANA, Leer para enseñar a escribir, Monográfico “Leer y escribir”.
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LAS TEORÍAS SOBRE LA ESCRITURA Y LA DIDÁCTICA. CÓMO SE LLEVAN AL AULA. UN RECORRIDO HISTÓRICO.
(Por: Nadia Soto)

Teorías sobre el proceso de composición
Pasamos de la consideración de
“escribir como producto” a la de
“escribir como proceso”
CANDLIN (1983)

Según el artículo de Cassany, “Teorías sobre el proceso de composición”, las teorías más relevantes que han estudiado el proceso de composición han sido las de Gordon Rohman (1964-1965), la de Teun Van Dijk (1977-1978), la de May Shih (1986) y las de Linda Flower y John Hayes (1980-1981).
La primera, de Gordon Rohman, estudia la habilidad de la expresión escrita, un proceso lineal y complejo, formado por distintas fases en las que ocurren cosas diferentes. Estas etapas son denominadas por el autor: pre-escribir, escribir y re-escribir. Pre-escribir es una etapa intelectual e interna en la que el autor elabora su pensamiento y todavía no escribe ninguna frase, es la etapa que determina el éxito o no de la comunicación: “no puede existir un buen escrito sin buenos pensamientos”. En cambio, escribir y re-escribir constituyen las etapas de redacción del escrito, desde que se apuntan las primeras ideas hasta que se corrige la última versión.
Por su parte, Flower y Hayes, no están de acuerdo con la concepción lineal y rígida del proceso de composición, señalada por el anterior teórico, creen que la recursividad y la flexibilidad de las etapas o procesos que participan de la composición son fundamentales. Esto constituye un aporte fundamental al estudio de la escritura ya que comienza a replantearse el modo en que se producen los procesos cognitivos. Han elaborado un modelo teórico en que explican tanto las estrategias que se utilizan para redactar como las operaciones intelectuales que conducen la composición
Por otra parte, Teun Van Dijk propone un modelo general de procesamiento de textos que incluya tanto la comprensión escrita como la producción y, también, tanto los textos orales como los escritos. Asimismo, representa las habilidades productivas como un conjunto de procesos de reproducción, reconstrucción y elaboración de las informaciones ya memorizadas. El autor reproduce las informaciones que le son útiles, que seguramente adquirió hace tiempo con la comprensión de otro texto. Las reconstruye a partir de las presuposiciones y de los conocimientos del mundo que posee y las elabora de nuevo para producir un texto original. Notamos así que esta teoría le da una importancia particular a la creatividad, la reelaboración y la aplicación de las macrorreglas[1] para construir y reconocer las macroestructuras de los textos. Lo innovador de Van Dijk es que relaciona íntimamente las habilidades o procesos receptivos con los productivos. En definitiva, los dos son operaciones activas que se basan en la construcción del significado de un texto. Finalmente, alrededor del ’83 Van Dijk cambiará el concepto de reglas por el de estrategias puesto que el segundo representa operaciones cognitivas más flexibles que actúan para conseguir un objetivo determinado, dirigidas por el escritor según sus intereses.
Shih señaló en 1986 que pueden distinguirse cuatro enfoques metodológicos para la enseñanza de la lengua inglesa. Cassany, en su trabajo “Enfoques didácticos para la enseñanza de la expresión escrita”, retoma esta división.
El primer enfoque es el basado en la enseñanza de la gramática. La idea básica es que para aprender a escribir se debe dominar la gramática de la lengua. El núcleo de la enseñanza lo componen los contenidos gramaticales sobre la lengua: sintaxis, léxico, morfología, ortografía. Podemos distinguir dos grandes modelos dentro de este enfoque: el modelo oracional y el modelo textual. La lengua se presenta homogénea ya que no se tiene en cuenta la realidad dialectal y prescriptiva porque los alumnos aprenden lo que es correcto e incorrecto. Por eso, vemos que la corrección a partir de esta postura, se centra en la escritura correcta, dejando de lado parámetros como la originalidad, la claridad de las ideas, el éxito comunicativo, etc.
El segundo enfoque es el basado en las funciones, tiene su origen en la filosofía del lenguaje, nace en el seno de la metodología comunicativa, por eso lo más importante será enseñar una lengua para ser usada, para comunicarse. Para los adeptos a esta postura la lengua no es un conjunto cerrado de conocimientos que el alumno tenga que memorizar, sino una herramienta útil para conseguir objetivos. Se incorporan algunos de los hallazgos más importantes de la lingüística del texto como las propiedades (coherencia, cohesión, adecuación, etc), los géneros, las tipologías.
A diferencia del enfoque anterior, éste se centra en las nociones de lo adecuado e inadecuado para cada situación, de esta forma se tiene en cuenta el contexto lingüístico en el que se utiliza el idioma. En los métodos exclusivos de la lengua escrita, la programación se basa en la tipología del texto, ya sea la establecida según el ámbito de uso o la basada en la función. La corrección se rige por los parámetros comunicativos. Es decir que, se trabaja sobre los errores que dificultan la comprensión.
Por último, siempre se tiene en cuenta proponer un motivo, un propósito y un receptor verosímiles para que el ejercicio se convierta en una situación posible. Como veremos, esto también es importante para el siguiente enfoque centrado en el proceso, ya que conocer el tema y el interlocutor, entre otros, es lo que nos permite elegir el tipo de texto y planificar el escrito.
En este enfoque, centrado en el proceso, podemos citar a los ya nombrados Flower y Hayes. Ellos dividen la composición en tres sub-procesos indispensables: planificación, traducción y revisión. Por eso, lo importante es mostrar y aprender todos los pasos intermedios y las estrategias que deben utilizarse durante el proceso de creación, así el énfasis se pone en el escritor y no en el texto escrito. A causa de esto, el análisis individual de las necesidades del alumno es también importante puesto que, según la teoría no existe un único proceso correcto de composición de los escritos, sino que cada escritor ha desarrollado sus propias estrategias de acuerdo con sus habilidades, carácter y personalidad. En efecto, la corrección se hará en función del proceso de redacción y no tomando el producto de la escritura. Este enfoque, entonces, a diferencia del gramático, considera lo psicológico, la forma de pensar o el estilo cognitivo, las técnicas, la creatividad; en definitiva ya no se trata de corrección sino de asesoramiento.
El cuarto enfoque es el basado en el contenido, la idea fundamental que subyace es la primacía del contenido por sobre la forma. El propósito de los textos es demostrar conocimiento o exponer los resultados de un trabajo, se utiliza para ello un lenguaje altamente especializado y técnico, unido a un registro formal, el destinatario es siempre el profesor. Los ejercicios siempre se relacionan con el programa de estudio, entonces, el interés por la expresión escrita está relacionado con el interés por otras habilidades lingüísticas como la lectura y la comprensión oral. Los escritores aprenden cosas sobre lo que escriben cuando escriben, por lo cual se pone énfasis en lo que dice el texto pero no en cómo lo dice. Se puede corregir tanto el contenido como la forma, eso depende del profesor. En este enfoque se podría tomar como referente la postura de Shih, que retoma la antigua distinción de Rohman entre pre-escribir, escribir y re-escribir o revisar; pero su particularidad se basa en considerar especialmente los textos académicos.
En síntesis, no cabe duda de que en cualquier proceso escriturario intervienen la gramática, las funciones y el tipo de texto, el proceso de composición y la información o el contenido. Los cuatro aspectos son imprescindibles para que la común hilación se realice exitosamente. Por eso, en el aula no debemos pensar en estos enfoques como irreconciliables.

BIBLIOGRAFÍA:

-Cassany, Daniel; “Enfoques didácticos para la enseñanza de la expresión escrita”; publicado en Comunicación, lenguaje y educación; 6: 63-80. Madrid: 1990. ISSN: 0214-7033. Material perteneciente a la página web de Daniel Cassany.
-Cassany, Daniel; La composición del texto; “Teorías sobre el proceso de composición”.
-Cassany, Daniel; Construir la escritura; “¿Qué es escribir?”; Ed. Paidós. Barcelona, Buenos Aires, México.
[1] Macrorreglas de comprensión de texto: omitir (eliminar información secundaria), generalizar (utilizar conceptos amplios en los que se incluyan conceptos particulares), construir (armar nuevas frases que resuman varias de las presentes en el texto) y las macrorreglas de producción de un texto: adjuntar (añadir proposiciones de detalle), particularizar (construir conceptos parciales) y especificar (reconstruir informaciones).
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¿Dónde ubicamos la ortografía?
(Por Verónica D. Raggio)

La ortografía pertenece al campo de estudio de la gramática, no es un elemento independiente. Dentro de la gramática escolar solemos encontrar la sintaxis, la morfología y la semántica. Como se dan, generalmente, en forma fragmentada se pierde de vista el sentido de su aprendizaje.
La sintaxis es la parte de la gramática que describe las relaciones que se establecen entre las palabras.
La morfología, se encarga de analizar las posibles variaciones o accidentes que puede sufrir un tipo particular de palabras.
La semántica, trata de explicar los diversos aspectos significativos de las palabras.
De la misma manera, la ortografía es otra de las partes de la gramática que se ocupa de la escritura de las palabras.
En la mayor parte de los textos escolares, la gramática aparece dividida en dos grandes áreas:
1. Descriptiva
· Sintaxis
· Morfología
· Semántica
· Fonética
· Gramática [1]

2. Normativa
· Ortografía
· Prosodia (ortología)

En esta clasificación, la ortografía queda delimitada dentro del área normativa que se ocupa de las reglas o normas tanto de la correcta escritura como de la correcta pronunciación y enfrentada al área encargada de explicar el fenómeno de nuestra lengua.
Las últimas investigaciones lingüísticas tienden a considerar que nuestra lengua es un continuo entre dos extremos: la oralidad y la escritura. Porque en el uso cotidiano no se encuentran delimitados ambos polos en forma tajante, sino más bien se presenta el lenguaje en un estado en el que se hallan presentes características propias de la oralidad y de la escritura, prevaleciendo una u otra según distintas circunstancias. La lengua escrita está mucho más pendiente de la sintaxis, despliega una gramática más elaborada y fija que el discurso oral, pues para transmitir significado depende de la estructura lingüística, dado que carece de los contextos existenciales normales que rodean el discurso oral. Estas nociones son de suma importancia a la hora de analizar un texto escrito por un escritor no experto, ya que se puede identificar la oralidad en la escritura. La función de la escuela es allanar el camino y favorecer el aprendizaje de la escritura. Para ello es útil reubicar las partes de la gramática.
Considerando la lengua como un continuo entre oralidad y escritura, las partes de la gramática, encargadas de su estudio, podrían reubicarse de la siguiente manera:
Semántica, sintaxis y morfología, con sus correspondientes aspectos descriptivos y normativos, estudian la totalidad de la lengua (oralidad y escritura), tanto en su realización oral cuanto en su representación escrita.
La fonética, en cambio, se ocupa sólo de la realización oral, ya sea describiendo los sonidos señalando su correcta articulación.
La ortografía, por último, se encarga sólo de la representación gráfica de la lengua, describiendo el sistema de signos utilizados en la escritura y señalando su correcto uso.[2]
Las cinco partes de la gramática trabajan sobre la totalidad de la lengua realizando distintos enfoques pero interactuando en forma permanente.
La reubicación de las partes de la gramática que aquí se propone muestra que sintaxis, morfología y semántica constituyen tres áreas indisolublemente relacionadas que interactúan en forma permanente para la reflexión comprensiva que presupone el aprendizaje de la lengua.[3] En esta reubicación queda la ortografía como la única parte de la gramática que se ocupa de la representación escrita de la lengua.
Hay que tener en cuenta que el aprendizaje escolar de la lengua es el tránsito de la oralidad a la escritura, por ende la representación escrita se convierte en el puente que nos llevará hasta el lenguaje escrito.
El aprendizaje de la lengua escrita puede ser, en un principio, el aprendizaje de la representación gráfica de la oralidad. Pero se torna imprescindible luego un trabajo reflexivo sobre esa escritura, que posibilite la relectura y la redacción; y es la ortografía la que brinda una posibilidad de reflexión, al favorecer un trabajo consciente sobre la representación gráfica que se efectuó.[4]

[1] Salgado, Hugo, ¿Qué es la ortografía?, Serie de la Palabra, Aique, Bs. As. 1993 pág. 15
[2] Ibidem. pág. 20
[3] Ibidem. pág. 22
[4] Ibidem. pág. 28
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¿De qué hablamos cuando hablamos de textos?
(Por Nadia Soto)
Para reflexionar sobre la escritura es imprescindible revisar el concepto mismo de texto. Éstos pueden ser orales o escritos, los construimos cuando hablamos o escribimos. Para eso, debemos considerar las propiedades de los textos: la coherencia, la cohesión, la adecuación, la corrección gramatical y, también, en algunos casos, la disposición del texto[1].
La coherencia determina la información (relevante e irrelevante) y organiza la estructura comunicativa de una manera determinada, en torno de la idea global (macroestructura en términos de Van Dijk), preexistente a las oraciones. Es una propiedad fundamental, ya que si no está presente en un escrito éste no puede denominarse ‘texto’. La cohesión es la propiedad del texto que enlaza las diferentes partes del texto; es decir, tiene que ver con el modo en que los componentes de la superficie textual se conectan entre sí, en una secuencia lineal, por medio de señales de dependencia de distintas clases (conectores, repetición, sinonimia, referencia, etc). Por ello, el reconocimiento de los mecanismos cohesivos ayuda a reconstruir del tema global y los subtemas. La adecuación es la adaptación del registro a la situación comunicativa, al tema del que se habla o escribe, al canal de comunicación, al propósito perseguido, etc. La corrección gramatical incluye los conocimientos gramaticales de fonética, ortografía, morfosintaxis y léxico. Por último, la disposición del texto consiste en el conjunto de convenciones sociales que regulan la presentación de los escritos.
Ahora bien, es importante tener en cuenta que el texto escrito “constituye un código completo e independiente”, por lo tanto adquirirlo significa “aprender un código nuevo sustancialmente distinto del oral”[2], ya que como indica Cassany, su emisión es diferida, mientras que en la oralidad es inmediata, y sus características gramaticales y las estructuras sintácticas son también particulares. Es decir, presenta la ventaja “de su permanencia y de que el lector puede volver sobre él, manipulándolo y organizándolo según le convenga; sin embargo, como contrapartida se encuentra desprovisto del contexto que envuelve lo oral y que facilita su explicitación”[3].

BIBLIOGRAFÍA:

-Cassany, Daniel, Describir el escribir. Cómo se aprende a escribir, “¿Qué es el código escrito?”, Ed. Paidós, Barcelona, Buenos Aires, México.
[1] Ver Cassany, Daniel, Describir el escribir. Cómo se aprende a escribir, “¿Qué es el código escrito?”, Ed. Paidós, Barcelona, Buenos Aires, México.
[2] Cassany, D., Ob. Cit.
[3] Solé I Gallart, Isabel, Lecturas y estrategias del aprendizaje, Monográfico leer y escribir, cuadernos de pedagogía.

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