Texto Argumentativo
“LA IMPORTANCIA DE LO PROCEDIMENTAL Y LO COMUNICATIVO EN EL APRENDIZAJE DE LA ESCRITURA”
(Por: Nadia Soto)
Tradicionalmente, se ha pensado que mientras más conceptos puede reproducir un alumno, más sabe. Ahora bien, este precepto pierde su solidez si analizamos a fondo el proceso de aprendizaje. Al focalizar en la cantidad de conceptos que un alumno puede repetir, nos enmarcamos en una postura enciclopedista que no garantiza la asimilación de un concepto. Si tenemos en cuenta los aportes de Ausubel[1], recordaremos que sólo puede aprenderse aquello que podemos relacionar con nuestros conocimientos previos porque, sólo así, la nueva información significa algo para nosotros. Esto fue denominado por el teórico: aprendizaje significativo.
Por ello, consideramos que es importante pensar en la implicancia que tiene posicionarnos desde uno u otro enfoque a la hora de enseñar. Los alumnos tienen conocimientos que han incorporado a lo largo de su vida, tanto escolares como extra-escolares. Es a partir de ellos que podemos trabajar en el aula, con un enfoque que conjugue la actividad y la reflexión sobre la actividad. Esto se logra a partir del diseño de proyectos comunicativos que aportan significatividad y relevancia social a los aprendizajes; de proponer espacios de experimentación para que los alumnos aprendan procedimientos e identificar con claridad en las producciones de los alumnos problemas básicos de gramática y pragmática, que son la base conceptual de los aprendizajes en lengua.
Es fundamental no perder de vista que a partir de actividades adecuadas podemos ayudar a nuestros alumnos a activar los conocimientos previos sobre un tema. Lo importante es “problematizarlos”, que las actividades realmente constituyan un desafío cognitivo. Esto no significa frustrarlos con consignas para las que no están preparados sino que para resolverlas realmente deban reflexionar. Sólo a través de esto se logra la superación del alumno. A veces, la “falta de entusiasmo” de los alumnos genera frustración en los docentes y parece que ninguna actividad, por muy “original” que ésta fuere los invita al trabajo. Esto debería llevarnos a replantear nuestra práctica antes que a buscar culpables.
Lo que suele ocurrir con frecuencia es que los alumnos no saben para qué deben aprender los temas. Esto quita motivación porque no encuentran sentido al aprendizaje. A partir, por ejemplo, del trabajo por proyectos, los alumnos pueden observar que las actividades se realizan en función de una producción final que los hará retomar todas las actividades realizadas a lo largo del trabajo con el tema y lo aprendido a partir de ellas. La idea es dar a los alumnos las herramientas para que ellos, con el acompañamiento docente y a partir de la interacción con sus compañeros, puedan construir su aprendizaje. Si les enseñamos estrategias y damos lugar a la metacognición en el contexto áulico, los alumnos harán consciente el recorrido realizado para llegar al concepto y podrán trasladar lo aprendido a nuevas situaciones.
La importancia del trabajo de la escritura en el aula implica lograr escritores autónomos; por ello es central que los alumnos se hagan responsables de sus escritos: un alumno que puede autorregular su texto necesita cada vez menos de un monitoreo externo. Esto no se logra de manera inmediata, muy por el contrario, requiere de un trabajo a conciencia por parte del docente. Implica la ruptura con la idea de que el único receptor de los textos es el docente. Lo interesante es trabajar la escritura variando los receptores, los tipos de textos, los soportes, los temas y la circulación de los trabajos. Correr al docente del centro, permite a los alumnos percibir la escritura desde otro lugar, desescolarizarla. De esta manera, cobrará sentido ocuparse de escribir cada vez mejor, de hacer y rehacer borradores, atendiendo a las sugerencias de los docentes y de los compañeros.
BIBLIOGRAFÍA:
-Alisedo, Graciela; Melgar, Sara y Chiocci, Cristina; Didáctica de las ciencias del lenguaje. Aportes y reflexiones; “¿Y después de la alfabetización inicial?”; Ed. Paidós; Buenos Aires - Barcelona - México.
-Finocchio, Ana María. Conquistar la escritura. Saberes y prácticas escolares. Ed. Paidós. Bs. As.2009.
-Lomas, Carlos y Osoro, Andrés (compiladores); El enfoque comunicativo en la enseñanza de la lengua; Ed. Paidós; España1994.
-Marín, Marta; Lingüística y enseñanza de la lengua; “Teoría de la escritura como proceso; Ed. Aique.
-Resnick y Klopfer (compiladores); Currículum y cognición; “La investigación en escritura: la construcción de una comprensión cognitiva y social de la composición” Glynda Ann Hull; Ed. Aique; Barcelona.
[1] David Ausubel (1918- ), psicólogo, nacido en Nueva York. Graduado en la Universidad de esa ciudad, es el creador de la teoría del aprendizaje significativo, uno de los conceptos básicos del constructivismo. Dicha teoría responde a una concepción cognitiva del aprendizaje, según la cual éste tiene lugar cuando las personas interactúan con su entorno tratando de dar sentido al mundo que perciben.
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LA ENSEÑANZA DEL PROCESO DE ESCRITURA
(Por: Gallardo Velásquez, Mauricio Victor)
La enseñanza de la escritura es una actividad sumamente compleja que requiere de un fuerte compromiso por parte de quien asume la responsabilidad de llevar a cabo dicha tarea. Pero para hacer efectiva esta labor, debemos dejar de lado aquellas concepciones que sostienen que escribir es una actividad natural que consiste en sentarse frente a un block de hojas para dejar fluir las ideas tal cual se nos vienen a la mente, ya que de esta manera estaríamos pasando por alto todos los procesos que se ponen en juego para elaborar un buen escrito. También sería conveniente dejar de lado la postura tradicional, a partir de la cual se sostiene que el profesor debe corregir un texto acabado para calificarlo con una nota numérica, sin reflexionar sobre los pasos que deben seguir los alumnos (y cualquier escritor) para elaborar un escrito. Estos aspectos siempre resultan contraproducentes para la enseñanza de la escritura, ya que ésta requiere de un trabajo reflexivo por parte de los escritores, haciendo concientes todas aquellas actividades mecánicas que hacemos inconcientemente. Quien tiene a su cargo la responsabilidad de hacer concientes los pasos de la escritura es el docente, a través de una práctica responsable, la cual implica actuar como mediador entre los conocimientos que se ponen en juego y los alumnos. Con esto quiero decir, que el profesor debe actuar como un guía en el proceso de aprendizaje de la escritura; debe ser él quien acompañe al alumno en todo momento en la producción de sus escritos, enseñando el proceso completo y no corrigiendo un “producto final” u obstaculizando la creatividad de los chicos.
Para lograr estos propósitos, es necesario que se enmarque la tarea en un proyecto específico el cual debe estar delimitado por ciertos objetivos que serán elaborados por el docente. Dicho proyecto debe ser comunicado y explicado a los estudiantes para que estos sepan en qué plan se encuentran inmersos. De esta manera el trabajo, tanto de los alumnos como del profesor, apuntará hacia un mismo fin y, al mismo tiempo, la construcción del conocimiento será mucho más rica y productiva.
En este sentido, y coincidiendo con los aportes que realiza Langford acerca de la escritura y su proceso, en su obra El desarrollo del pensamiento conceptual en la escuela secundaria, considero que para realizar un buen escrito primeramente hay que dejar en claro cuáles son los pasos que se deben seguir para su elaboración. Sólo a partir de estas puntualizaciones se podrá tomar verdadera conciencia acerca de la importancia que reviste conocer y aplicar cada uno de esos pasos durante el proceso de escritura.
El primer paso que hay que tener en cuenta para comenzar a bucear en el mundo de la escritura, es el de la elección del tema sobre el que se va a escribir. Este momento requiere una actitud conciliadora por parte del docente. Es decir, que para realizar un buen trabajo de escritura se debe dejar elegir a los alumnos cuál va a ser el tema sobre el que van a escribir. En este sentido, se estaría prestando atención a los intereses de los alumnos, lo cual no significa que estos últimos tengan que escribir sobre cualquier cosa, sino que dicha elección debe ajustarse a las exigencias que se plantean en el proyecto específico. La elección del tema a cargo del alumno favorece mucho al trabajo de indagación en la memoria a largo a plazo, ya que dicha elección va implicar al mismo tiempo la activación de ciertos conocimientos previos acerca del tema elegido. Cuando son los propios alumnos quienes eligen el tema, generalmente lo hacen de acuerdo a sus propios gustos y a los conocimientos previos que poseen de dicha temática. Por eso, prestar atención a los intereses de los alumnos en reiteradas ocasiones arroja resultados positivos.
El segundo paso, que sigue luego de la elección del tema, es el de buscar y organizar el material que servirá de apoyo para desarrollar el escrito. Durante esta etapa resulta importante y necesario que el docente acompañe al estudiante en la organización de dicha información, ya que al ayudarlo a hacer esto también lo va a estar ayudando a organizar el contenido de su propio escrito. Esta última actividad representa un gran problema para los estudiantes, motivo por el cual siempre es conveniente elaborar un plan de escritura que ayude a organizar las ideas que se plasmarán en el texto.
Por otro lado, dos pilares fundamentales del proceso de escritura, consisten en tener siempre presente el contexto o situación comunicativa en el que se presentará el escrito y, el o los destinatarios a quienes se dirigirá el mismo. Estos aspectos van a determinar de forma tajante el modo en que se expresarán las ideas y por consiguiente la tipología textual utilizada para escribir el texto. Esto implica un trabajo extra, ya que para seleccionar una tipología textual determinada primeramente se deberá haber trabajado con los alumnos distintos tipos de textos con el fin de conocer la forma en que se estructuran cada uno de ellos.
Todos estos aspectos, van a permitir tener un panorama general de cómo encarar el primer borrador. Digo primer borrador, porque considerando que la escritura es un proceso complejo que consta de varios pasos, no podemos pretender elaborar un texto de forma lineal, o para ser más claro, de un “tirón”. Por el contrario, antes de obtener un texto que pueda ser presentado públicamente los escritores deberán haber formulado primeramente varios borradores que van a ser la huella y el testimonio de la complejidad del proceso de escritura. En este sentido, los borradores ayudan, tanto a hacer conciente los pasos que se siguen en el proceso de escritura, como así también a desarrollar actividades de revisión y autocorrección por parte de los estudiantes con respecto a sus producciones. Pero estas actividades, al igual que todo el proceso de escritura, deben estar guiadas en todo momento por el docente. Para ello resulta muy útil realizar momentos de corrección grupal entre alumnos y entre los alumnos y el profesor. De esta forma también se desarrolla la comunicación entre pares, lo cual implica instancias de críticas y autocríticas que servirán para hacer correcciones al texto que se está elaborando.
Ahora bien, en un primer momento, la corrección a cargo del docente no debe centrar la atención en aspectos formales, ortográficos o gramaticales como se hace bajo un posicionamiento tradicional, sino que por el contrario se debe evaluar el proceso completo de escritura. Observar si los alumnos hicieron propios y concientes los pasos del proceso, si reflexionan acerca de lo que están escribiendo, son aspectos en los que se debe hacer hincapié en un primer momento. Si se intenta corregir todo de un texto, o si se ve al mismo como un producto acabado tal como lo concibe la escuela tradicional, se corre el riesgo de abrumar y disminuir la autoestima de los estudiantes. Por ello, la corrección de los escritos es una actividad que requiere de mucha responsabilidad y “tacto” por parte de los profesores.
Todos los aspectos apuntados en el presente artículo se presentan como la base para realizar un buen trabajo de escritura. Realizar una labor responsable y comprometida, tanto por parte del docente como por parte de los alumnos, favorece mucho la enseñanza del proceso de escritura. Dicha responsabilidad y compromiso implican erradicar de las aulas la postura tradicional de corregir un producto acabado y ver en los alumnos sujetos pasivos que no pueden participar activamente en las tareas pedagógicas. Por ello, involucrar y hacer partícipes a los chicos en la construcción de sus propios conocimientos es la misión que les corresponde a los profesores. En este sentido, la tarea de elaborar escritos propios, centrando la mirada en el proceso completo de escritura, es una alternativa más para desarrollar las capacidades de producción y expresión personal de los estudiantes.
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UNA NUEVA FORMA DE VER LA ESCRITURA.
(Por: Verónica D. Raggio)
Creo que la escritura vista como un producto (modelo tradicional de enseñanza) no tiene en cuenta que el alumno es un sujeto activo, sino que lo ve como un receptor pasivo que recibe la información que el docente le transmite y no se tiene en cuenta su capacidad de reflexionar, no se lo cree capaz de ver su propia práctica de aprendizaje. Este modelo tiene en cuenta la producción final del alumno (es decir el texto escrito) sin darle importancia al proceso (todos aquellos pasos que dio el alumno para alcanzar el objetivo: aprender a escribir) por esto se califica solamente un producto terminado, y generalmente solo se tienen en cuenta aspectos gramaticales, sintácticos y la puntuación.
Expusimos a muy grandes rasgos la visión de la escritura como un producto y planteamos que es necesario dejar de lado esta concepción tradicional de la enseñanza para ver la escritura como un proceso, el cual le otorgar a los alumnos las herramientas necesarias para que sean capaces de producir borradores, reflexionar sobre los mismos, escoger sus propios temas, realizar auto-correcciones, discutir su trabajo en “conferencias” áulicas y publicar escritos destinados a ser leídos por otros estudiantes. Esto permite que los docentes le confieran otro significado a la tarea de corregir. Las cuestiones gramaticales y ortográficas dejarían de ser lo primordial para darle lugar a puntos más relevantes como, por ejemplo, el contenido sobre el que se está escribiendo, la adecuación del texto, entre otras. Con esto no queremos decir que la ortografía no es un aspecto a tener en cuenta, sino que sería una de las últimas fases del proceso de escritura a revisar.
Creemos necesario buscar propuestas innovadoras y cautivadoras para que los alumnos se sientas motivados. Una de estas ofertas podría ser fomentar el interés de los alumnos proporcionándoles un destinatario real y externo al grupo clase, de sus escritos, así se produce una motivación y un compromiso mayor a la hora de escribir, ya que el receptor será un lector verdadero de sus producciones.
Sabemos que los escritores no diestros tienden a ofrecer una narración de sus propios procesos mentales. El principal problema con que deben enfrentarse es avanzar del primer borrador a una versión final en la que la organización es en términos de ideas y argumento.
Un escrito complejo posee al menos tres fases. En primer lugar especificar los contenidos que pretende desarrollar, luego su organización y por último re-leer el escrito para revisar cuestiones ortográficas, sintácticas y de puntuación.
Por esto es sumamente necesario cambiar la perspectiva en torno a la escritura, porque se contemplan nuevos aspectos complejos respecto a la escritura. En el capítulo nueve, de Teoría de la escritura como proceso, Marín dice que la escritura como proceso surge a partir de la década del setenta, tiene como base la psicología cognitiva la que se encargó de indagar sobre cuáles eran los procesos mentales involucrados en el acto de escribir. Se destaca el modelo procesual, el cual habla de momentos de escritura llamados: planificación, traducción y revisión. Estos tres momentos son complejos y se dan en forma simultánea a la hora de escribir, es esta la razón por la cual en los escritores no asiduos se produce una sobrecarga cognoscitiva y provoca el desanimo y la distracción. Para que esto no ocurra, se propone trabajar siguiendo el proceso de cada alumno y tomando un elemento por vez.
La revisión es una actividad constante a través de todo el proceso de escritura, porque el que escribe va repasando y tratando de mantener la coherencia y la cohesión en el texto. Se debe enseñar para que los alumnos creen sus propias estrategias y puedan utilizarlas cada vez con mayor seguridad y simultaneidad.
Marín propone que a la hora de corregir no sea el docente el único encargado de la tarea sino que hay que animarse a otras formas de corrección, por ejemplo la corrección entre pares, o la auto-corrección, para lo cual es necesario enseñarles a los alumnos estrategias para corregir.
Si vemos la escritura como producto, ninguna de estas fases son tenidas en cuenta, sino tan solo el producto final, es decir el texto finalizado, el cual es presentado y corregido por el docente, quien se encarga de marcar los errores de ortografía y las faltas de concordancia. Creemos que es mucho más interesante y fructífero ver la tarea de escribir como un sendero de los alumnos que se da paso a paso en un proceso continuo e ilimitado en el tiempo, donde siempre existe la posibilidad de continuar perfeccionando la escritura.
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